NO TENGO MOTIVOS PARA SONREÍR

Relato de Trinidad Jiménez

No tengo motivos para sonreír. Hace algo más de 15 años, cuando aún era una niña, mi abuela materna decidió que era el momento de convertirme en una mujer pura, que ya podría rezar, que me prepararía para el matrimonio y la fidelidad … Leer artículo completo

Ablación: eliminar una parte impura, garantizar la fidelidad, evitar la impotencia del marido… causas y excusas de la tradición que esconden una carnicería que mantiene presas a las mujeres.

Francisco Magallón – Mauritania, 2008

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No tengo motivos para sonreír. Hace algo más de 15 años, cuando aún era una niña, mi abuela materna decidió que era el momento de convertirme en una mujer pura, que ya podría rezar, que me prepararía para el matrimonio y la fidelidad…Y todavía me estremezco el recordar el filo de la hoja de afeitar, el dolor profundo, la sangre que manaba sin cesar de mis entrañas. Todavía siento las manos que separaban con fuerza mis piernas y el llanto, alojado ya para siempre dentro de mí. Estuve a punto de morir por la hemorragia y durante más de un año tenía permanentes infecciones. Cuando me casé –y sin que lo supiera mi marido- de nuevo me introdujeron la cuchilla, para abrir una vagina casi cegada por las cicatrices. Y de nuevo, el dolor, la sangre, la incomprensión ante tanto sufrimiento.  Quería a mi marido, pero no podía soportar que me hiciera el amor. Desde el primer momento relacioné sexo con dolor, me negaron la posibilidad de disfrutar, de dar placer, de sentirme mujer, de querer engendrar a mis hijos. Mi primer hijo murió asfixiado durante el parto. No podía salir por una vagina estrecha y llena de costuras por las carnicerías a las que me vi sometida durante mi vida. Y ya mi segunda hija vino al mundo por cesárea. Está aquí, en mis brazos. Y no tengo motivos para sonreír. Estoy sola. La familia de mi marido nunca entendió que me negara a someter a mi hija a un rito que sólo busca anular nuestra condición de mujer, de ser humano con capacidad para amar. No conozco otro mundo y no sé cómo viven otras mujeres, sólo sé que esto no puede ser bueno. Empiezan a llegar personas a mi pueblo que nos hablan de que hay que terminar con la ablación, parece que la ley lo prohíbe, que ya no es algo socialmente reconocido, pero yo veo a las mujeres mayores que la siguen practicando a escondidas, que siguen pensando que es necesario…Y ahora sólo reservo fuerzas para proteger a mi hija de la mutilación que le amenaza por ser mujer. No lo voy a permitir, quiero que entiendan que lucharé por su integridad como hubiera luchado para evitar que le cortaran una mano. No tengo motivos para sonreír. Pero quiero luchar para que ella, mi hija Debo, sí los encuentre.

 

Trinidad Jiménez